“Nasone”, símbolo de Roma

Uno de los comentarios que se suele escuchar de la gente que viaja a Roma es cuántas fuentes tiene la ciudad. Resulta llamativo no solo el número de fontanas que hay, sino que el agua corre durante las 24 horas del día.
Lo que poca gente sabe es que estas peculiares fuentes se llaman nasoni, nasone o narizones en italiano.

El nasone es un símbolo de Roma, pero, ¿cuándo aparecieron por primera vez?

En el año 1874, el primer alcalde del Ayuntamiento de Roma tras la unificación italiana, Luigi Pianciani, decidió colocar numerosas fuentes por la capital para uso público y gratuito, y que ofrecieran agua potable a los transeúntes.

Cilindros de fundición, de una altura de 110 cm y un peso de unos 100 kg, provistas de tres boquillas simples y de las que el agua cae directamente a una alcantarilla.

En ocasiones, el único decorado que contiene la fuente es el caño decorado con una cabeza de dragón y que esconde el orificio de salida del agua.

Los últimos modelos ya se transformaron en simples boquillas. Un tubo de metal curvo y que a los romanos les recuerda a una nariz aguileña. De ahí el nombre de nasone y con el que todavía se conocen estas fuentes.

Una de las más antiguas, y que todavía funciona, es la ubicada en la Piazza della Rotonda, frente al Panteón.

En los años ochenta, en un intento por contener el desperdicio de agua, que de hecho aún circula libremente y de forma continua, la ciudad modificó muchos nasoni y les añadió un mecanismo de cierre, bien una rueda de metal o un botón.

El consumo de agua se redujo drásticamente, pero la míticas fontanas perdieron su esencia y la innovación resultó ser antiestética.

En el territorio del municipio de Roma, los nasoni suman 2.500, de los cuales 280 están presentes en el centro histórico de la ciudad. Hay nasoni en todas partes: en plazas, parques públicos, junto a los mercados y edificios públicos, barrios periféricos…

Si no quieres parecer guiri, demuestra que sabes beber de los nasoni como un auténtico italiano.

Tan solo tienes que poner la mano o el dedo en la parte baja de la boquilla, para frenar el curso del agua, de tal forma que salgo por un pequeño orificio en la parte superior.

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